Gustavo es un niño valiente y alegre como todos los demás. Un día, sus padres se fueron de vacaciones y su tía Milagros fue a su casa a cuidar de él mientras sus padres viajaban. La tía Milagros era una de esas mujeres a las que les gustan los niños bien regordetes y como Gustavo no lo era, le ponía en la mesa platos rebosantes de comida. Gustavo nunca conseguía acabárselos y su tía pensó que sería buena idea asustarle para que así comiera más.
Así poco a poco, comenzaron a llegar los miedos. Se posaban en sus hombros y le amenazaban y Gustavo, poco a poco, se fue haciendo cada vez más asustadizo. Pensó que si salía a la calle y corría deprisa, los miedos se caerían de sus hombros y así conseguiría espantarlos, pero tenía tanto miedo que ni siquiera consiguió salir a la calle. Así, poco a poco, fue haciéndose cada vez más y más asustadizo. Su tía, preocupada por él, le preguntaba que si estaba bien pero él tenía tanto miedo que no quería ni contárselo.
Un día, estando encerrado en su habitación vio desde su ventana un pequeño pajarito que intentaba volar. Gustavo pensó que no lo conseguiría, pero el pajarito venció a sus miedos y voló. Esto le dio una idea; poco a poco debía ir superando todos esos miedos, y así lo hizo hasta conseguir ser de nuevo el niño valiente y alegre que era antes.
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