El poeta, es bien sabido, mezcla la carencia y el exceso, la meta y el pasado. De ahí lo irresoluble de su poema. Está en la maldición, es decir, asume peligros perpetuos y renacientes en la medida en que rechaza, con los ojos abiertos, lo que otros aceptan con los ojos cerrados: el beneficio de ser poeta.
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