Este ensayo trata sobre las relaciones entre el derecho y la justicia, pero también entre el poder, la autoridad y la violencia. La justicia no se agota nunca en las representaciones y las instituciones jurídicas que intentan ajustarse a ella. Lo justo trasciende siempre lo jurídico, pero no hay justicia que no deba inscribirse en un derecho, en un sistema y en una historia de la legalidad, en la política y en el Estado. No quita que, a su vez, el derecho prime sobre la fuerza; este es su deber, no hay derecho que no implique por sí mismo su aplicación, una técnica y, en consecuencia, la posibilidad de la guerra. Lo recuerda Kant: no hay derecho sin coacción. Lo que pretende tener fuerza de ley inscribe así la apelación a la fuerza en el concepto mismo de su autoridad. El riesgo de tiranía acecha ya desde el origen de la ley.
Recuperando una expresión de Montaigne, Pascal hablaba de un fundamento místico de la autoridad: «quien la devuelve a su principio, la aniquila». Y esta aniquilación se puede llevar por vías múltiples. De lo que se trata aquí es de analizar esa multiplicidad.
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