La pequeña batalla de las fechas está ya decidida para el sentir común. El nuevo siglo y milenio aparece en el 2000, a pesarb de todas las sencillas cuentas que lo desplazan en un año.
En esta fecha en la que ya entramos, unos pocos se aterrorizan (o alborozan) ante la catástrofe final, mientras que aterrorizan (ya sin alborozo alguno) a los más, incomodados en su inane seguridad de que no va a pasar nada. Quizá lo más terrible sería eso: que nada pasará, que un manto universal de mediocridad se extendiera sobre la faz de la tierra, curados ya todos del espanto o la esperanza. Pasa el tiempo, pasan las cosas y los hombres. Pero si ni a cosas ni a hombres les pasara ya nada, ¿pasaría de verdad el tiempo, o más bien se pudriría en su propio remanso de los siglos, como una ciénaga?
En tanto, una red universal se extiende por el planeta, haciendo Mundo. La técnica se ha tornado en Tecnología, ahora es el "lógos" mismo, la palabra, las cuentas y los cuentos de los hombres lo tecnificado. Entretejidos en esa malla, resurgen obscenis y tiernos, los deseos prohibidos y enquistados como frustraciones, los "saltos" de identidad en las chat-lines, la confección de flamantes perfiles según el consumo, en una ronda protéica de transgresión de los géneros. El viejo caos despierta en la Web. También la carne y la sangre han aprendido a ser electrónicos y a desplazarse a la velocidad de la luz.
Este libro se acerca, tentativo, a esos fenómenos: la nueva comunidad telemática, la ética de la condolencia responsable, la entronización de Internet y el auge de las sectas del ocaso, al fondo, el viejo y sabor de la mortalidad compartida, consentida, en la indefinición de la existencia.
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