Dos años antes de su muerte, Harold Bloom inició una serie de cinco libros en los que llevaba a cabo un análisis literario, crítico y, ante todo humanista, de algunos personajes de Shakespeare. Dedicó el primero de estos volúmenes a Falstaff, con quien Bloom se sentía especialmente identificado en su amor por la vida. «Si Hamlet es embajador de la muerte, Falstaff lo es de la vida», escribía Bloom, quien interpretó al Caballero Gordo en los escenarios del British Art Center de Yale y, anteriormente, en Cambridge, Massachusetts. Veía a Falstaff, y se veía a sí mismo, como uno de esos profesores sin colegas y con numerosos estudiantes. Influido por el personaje shakesperiano, amó, gozó y enseñó el vivir. Bloom no quería discípulos académicos sino seres humanos capaces de leerse y cuestionarse.
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