Madrid, 1958. Miguel Alonso, un joven aragonés que trabaja como delineante en el despacho de un reconocido arquitecto, recibe una noche una llamada telefónica. Al aparato está su amigo Antonio, el hijo calavera de su jefe, que quiere proponerle pasar dos meses de vacaciones en Ibiza sufragados, huelga decirlo, por su padre. Con la excusa de practicar idiomas y estudiar la arquitectura popular de la isla, los jóvenes dejan atrás el bochorno de Madrid: Antonio, ansioso por correrse unas buenas juergas y ligarse a cuantas más europeas «liberadas», mejor; Miguel, que se considera moralmente superior a Antonio y rehúsa participar de sus jueguecitos, dispuesto a descansar y disfrutar de los placeres de la isla. Hasta que aparece Odette, una francesita discreta y culta que sacudirá las convicciones de Miguel, poniendo su mundo patas arriba y revelándole una incómoda verdad: que no es el hombre que creía ser.
Este es el punto de partida de Los europeos, una de las llamadas «novelas mayores» de Azcona, que hace en estas páginas un certero retrato de la España de finales de los cincuenta marcado por la misoginia, la estrechez de miras y el anhelo europeo. Un texto conmovedor y profundamente humano, no exento de ese humor mordaz tan característico del logroñés, y que con tanto tino empleó siempre para diseccionar las miserias de nuestra sociedad.
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