Los primeros capítulos de Estela del fuego que se aleja están dedicados a «la crisis que atraviesa el protagonista», al que se nombra con la letra A. Se trata de «un hombre de mediana edad que, con todo y haber sabido hacerse con los signos distintivos del triunfador nato -éxito profesional, amor, dinero-, se siente íntimamente malogrado, convencido de que ha desperdiciado su talento, y las metas a las que ese talento podía haberle llevado, en aras de la seguridad material». El dibujo de esta situación «se organiza en torno a unos cuantos núcleos temáticos relacionados con el protagonista, amigos, matrimonio, familia, infancia, actividades políticas de su época de estudiante, aventuras amorosas, etc., pequeños episodios que, aunque aparentemente inconexos y hasta irrelevantes, terminan por configurar una imagen acabada tanto de lo que nuestro personaje es como de lo que hubiera querido llegar a ser».
Quien brinda tan precisa descripción de la novela es B, el «otro» protagonista de la misma, cuya voz y cuyas peroratas irrumpen en el texto orientándolo en una dirección imprevista. B es una especie de contrafigura grotesca de A, en la que se reconocen -ya sea invertidos, ya sutilmente reelaborados- algunos de los rasgos de éste. Uno y otro parecen hallarse a cada lado de un mismo espejo, sin que en definitiva quepa dilucidar de un modo inequívoco quién es reflejo de quién, quién el creador y quién la criatura en un texto que podría ser obra tanto del uno como del otro, cada uno de los dos personajes susceptible de ser entendido como el negativo del otro.
Estela del fuego que se aleja fue la primera novela escrita por Luis Goytisolo después de Antagonía, algunos de cuyos postulados fundamentales elabora de forma lúdica y maliciosamente rocambolesca.
Si Antagonía era una novela sobre la creación, Estela del fuego que se aleja es una novela sobre la relación del creador con su obra y de ésta con su vida.
Treinta años después de su primera edición, la recuperación de Estela del fuego que se aleja la señala como una novela asombrosamente vigente, que conserva intacta la dinamita de su humor despiadado y su capacidad de interpelar perturbadoramente al lector.
«Goytisolo vuelve a Proust del revés, ya no es la vida la que se transforma en escritura, sino la literatura la que explica el mundo, quien en definitiva lo hace vivir» (Rafael Conte, El País).
«Toda la novela nos conduce a su propio autor y plantea una indagación autobiográfica de la trayectoria humana y las incertidumbres estéticas del mismo Goytisolo» (Santos Sanz Villanueva, Diario 16).
«La novela exprime agudísimamente el asco de la prosa del mundo: dominical, notarial, mediocrática» (Gonzalo Sobejano).
«Páginas de rigurosa inteligencia, de ambiciosa elaboración, de delicada nostalgia, de espléndido sarcasmo. En definitiva, una novela desconcertante, deslumbradora y extraordinaria» (J. A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia).
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