Queridos lectores:
Este es un libro mágico no sólo porque la persona que lo escribe lo es, sino porque su contenido nos da una visión de lo que fue la pandemia y sus creaciones, de las posibilidades que tieen una mujer madura, con una gran belleza de corazón, de escribir así, permitiendo que repasemos la historia, la propia y la colectiva, para mostrarnos lo que sí se puede hacer en las crisis, lo que sí y claro se puede lograr encerrados un año en una casa, lo que la mujer puede hacer y puede ganar cuando se repliega sobre sí misma.
Este libro, no sólo como método para el auto conocimiento, le permitió a la escritora descubrir que la comprensión de la adversidad se convierte en belleza y se sublima en la narración de lo que fue, de lo que es y de lo que uno desea que sea.
Una memoria sin desvanecer es un recorrido íntimo y además de ser un testimonio de vida, se convierte en una autobiografía novelada que nos conecta con nuestros ancestros y con la música que persigue la escritora, en ese tránsito por el que pasa escribiendo y que lejos de alejarla de la vida en el encierro la acerca a la vida para estar frente a los suyos sintiéndose orgullosa de sí y sobre todo de su historia.
Estela es no sólo ejemplo de vida, sino ejemplo de amor, mismo que se manifiesta en esta voz novel que en la edad madura dice ¡Aquí estoy! Y lo dice con contundencia.
Prometo, sin temor a equivocarme que disfrutarán de este libro tanto como yo lo hice al leerlo. Vamos pues, leamos a conciencia este lubro y aplaudamos su aparición porque es el resultado de la lucha que vence las adversidades para decirse en presente. Estela Stern de Aizenman no es sólo una guerrera, su propio nombre es ya una institución, por lo mismo leámosla porque vale la pena conocer este tributo a la vida.
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