Nietzsche proclamó que Dios ha muerto, y lo hizo para devolver la vida al Hombre. Su ataque contra el cristianismo era en realidad una defensa. En su opinión, el cristianismo había absorbido los valores de la vida, la salud, la jovialidad, para reemplazarlos por los valores de la decadencia, el autodesprecio y el resentimiento del débil. Invirtiendo los valores, el cristianismo había creado un nuevo sentido en el mundo: el mundo de la realidad material fue así sustituido por otro mundo más allá, un mundo irreal, ficticio, meramente imaginario que usurpó el lugar del mundo verdadero.
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