La locura de la quietud
Antes la provincia era vista como el lugar alejado de la locura y de la perdición de la gran ciudad. La bucólica provincia mexicana era vista como un regreso al origen y a lo mejor del ser humano. En la novela de Daniel Saldaña París, En medio de extrañas víctimas, el interior de la república, el pueblo idealizado deja de serlo para convertirse en refugio de los locos, de los exiliados, de esos que no tuvieron pase para un lugar mejor. Rodrigo, el obsesivo y pertinaz monologuista con el que abre la historia, decide escapar de sus deberes refugiándose en Los Girasoles, indefinido sitio en el bajío, rodeado de pueblos azotados por el narco.
Al mismo tiempo, Marcelo Valente, un dicharachero y enamoradizo académico español es conducido por el azar a compartir espacio con un enfebrecido burócrata universitario que lo llevará a conocer la más enloquecida teoría de la que será partícipe. En tercer plano, pero no menos importante, Richard Foret, el boxeador, poeta e intenso amante francés, aparecerá como un fantasma recurrente que hilará la historia.
Saldaña París se las ingenia para marcar en dos formas narrativas tres diálogos, y con una inteligencia notable, las diferencias entre tres generaciones y su visión del mundo. Por una parte está el violento e impulsivo Foret, que encarna la fiereza de los hombres que iniciaban el siglo XX, la valentía del saberse exploradores en un tiempo que abría miles de posibilidades. Por otro lado Marcelo Valente, hombre que no ha perdido la esperanza y que ve en el sexo casual la mejor manera de fraternizar con las mujeres, que sigue teniendo empuje e ideales y que conserva el candor de años mejores. Por último el nihilismo y pereza de Rodrigo, quien nació en un tiempo en el que al presionar un “enter” el mundo se abría a su gusto.
Cada uno de ellos obtiene lo que busca. Foret una vida llena de peligros, de constantes huidas y de amores intensos; Valente viajes a lugares románticos (no en el sentido cursi del término), y de amores breves. Rodrigo una gallina en un lote baldío y una excelsa colección de tés colgados en la pared.
Saldaña se revela como un novelista que llena de humor el patetismo de sus personajes, que se burla del mundo que le toca ver y que ofrece una historia que no se va por la resolución fácil sino que construye un mundo y nos lo ofrece.
«Reseña escrita por Iván Farías, El Péndulo Polanco»
Rodrigo es un burócrata joven que fácilmente podría pertenecer a lo que Strindberg llamó «el club de los jóvenes viejos». Sus días pasan sin mayores aspavientos en un museo de la Ciudad de México hasta que Cecilia, la secretaria que le hacía la vida imposible, le desliza una nota que simplemente dice «Acepto». Esa tarde Rodrigo se enterará de que alguien le ha propuesto matrimonio a Cecilia en nombre suyo, y la inercia que rige sus días no le deja más opción que casarse. A partir de ahí se desencadena una siniestra odisea en la que pierde su trabajo y pasa el rato espiando a una gallina que deambula por el terreno baldío contiguo a su departamento.
De manera paralela un académico y escritor español, Marcelo Valente, viaja a una pequeña comunidad situada en México, llamada Los Girasoles, para pasar un sabático investigando sobre Richard Foret, un misterioso escritor, boxeador, artista, que encontró en México aquello que buscó durante toda su vida: un trágico desenlace «a la altura de su megalomanía». Los Girasoles se convierte en un centro neurálgico en el que las vidas de los personajes encuentran su destino entre «los más absurdos accidentes» y situaciones tan esotéricas como las sesiones hipnóticas —inducidas mediante la ingesta de orina de una hermosa adolescente— en las que un grupo de aventureros definirá «el futuro del arte».
La risa, definida por Slavoj Žižek como «la metástasis del goce», es la herramienta fundamental utilizada en la primera novela de Daniel Saldaña París para desnudar ese «escándalo hiriente» que es la civilización. Con buen humor pero sin concesiones, la incomprensión que los personajes sienten ante un mundo que constantemente les recuerda, no siempre de las formas más sutiles, sus incapacidades y su medianía, es dejada al descubierto por el autor con una prosa que avanza a un ritmo furibundo meciéndose a lo largo y ancho de todo el idioma español.
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