La otra cara de la antigüedad
Europa, Asia y África son continentes bien delimitados para nosotros, cada uno con su cultura y sus lenguas, literatura y música, filosofías y cosmogonías. Pero qué tal si nos remontamos unos dos mil quinientos años atrás, cuando los hombres no distinguían estas divergencias. Pensemos en ese lugar donde se unen las tres masas de tierra que imaginariamente separamos, ahí donde el oriente y el occidente se confunden.
Ha sido el Asia menor, la actual Turquía, y sus alrededores uno de los lugares de intercambio cultural más vasto que la historia haya presenciado. Recordemos la época de Alejandro Magno junto con la fundación de Alejandría y su mítica biblioteca, en ese lugar los pitagóricos empezaron a difundir teorías acerca de la transmigración tomadas del hinduismo.
De este maravilloso ambiente trata el libro de Kingsley. Aquí, según su atrevida hipótesis, se perdió el conocimiento más sublime de los antiguos griegos. Sabemos de ello gracias a las inscripciones en templos al norte de Italia provenientes de Focea y en especial a un enigmático personaje: Parménides.
A través de una larga exegesis de su Poema, poco a poco las piezas se unen; las conjeturas coinciden; las fechas corresponden. Vemos la otra cara de la antigüedad, esos misterios e iniciaciones más allá de su eje racional.
Igualmente, nos damos cuenta cómo a la sombra de Platón y Aristóteles fluía una doctrina secreta de la incubación del espíritu y los viajes al Hades como forma de conocimiento. Chamanismo y misticismo eran una sola cosa, eran el camino para pasar a un estado de conciencia superior y percepción de la realidad.
Estamos acostumbrados a leer libros sobre la historia del pensamiento donde se observa un solo lado sin posibilidad de observar otros sitios, en los oscuros lugares del saber se nos brinda un punto de vista del todo distinto y acaso nos deja entrever que el espíritu humano es más complejo de lo que suponemos.
«Reseña escrita por Irvin Payan, El Péndulo Roma»
El poema de Parménides del siglo V a. C. es, además de uno de los pilares de la cultura occidental, un texto enigmático que ha desafiado a todos sus intérpretes durante más de dos mil quinientos años. A partir de un profundo conocimiento de la filología clásica y de unas reveladoras inscripciones halladas en el sur de Italia hace cuarenta años –tan extraordinarias que los especialistas hasta ahora no habían sabido cómo interpretarlas–, Peter Kingsley nos inicia en un fascinante recorrido filosófico que transforma radicalmente nuestra visión de la Grecia antigua.
Allí donde creíamos ver solamente el origen de la filosofía occidental, nos encontramos con un sustrato religioso en donde los iatromantes y sacerdotes de Apolo conducen a los iniciados hacia un saber encaminado a transmutar el concepto de lo real. Kingsley, que despoja su investigación de todo ropaje académico, nos ofrece una seductora narración que nos transportará a esos oscuros lugares bajo tierra en donde los ritos de incubación y quietismo fueron el origen del mensaje metafísico de Parménides, cuyo contenido sapiencial, según Kingsley, se ha intentado ocultar, a partir de Platón, tanto del poema de Parménides como del contexto del cual procede.
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