Ser, como Guillermo Garmabella, un expolicía colmado de anécdotas es la envidia de guionistas seriales y novelistas de la corriente noir. Su experiencia da para alimentar relatos en los que la no ficción se desliza a la ficción como una serpiente colorida y venenosa, y debido a esto es asediado por los cazadores de sensacionales historias. En El misterio de la máscara perdida, de Iván Farías, un escritor busca a Garmabella para que le suministre parque literario. Lo que no sabe este amanuense es que el expolicía decidirá no cooperar, sino ponerse él mismo —tras una vida metido en los albañales donde la ley y la delicuencia se confunden— la camiseta de escritor para desarrollar sus atrabancados ires y venires. El resultado es este primer relato cuyo protagonista no es un halcón maltés, sino una máscara de lucha libre deseada por el doctor Clément, coleccionista de todo cuanto haya generado el sudoroso universo de los gladiadores y los costalazos. Tal es, a vista de ave, el punto de salida desde el cual Iván Farías para para guiarnos por los entresijos de esta fascinante historia, una especie de película mexicana de luchadores proyectada en blanco y negro: el blanco y el negro del papel y de la tinta.
Jaime Muñoz Vargas.
Un tour de forcé por los callejones de la cultura luchística. Garmabella nos hace "la de a caballo" y lleva a rastras en la búsqueda del grial de sombras, de los luchadores retirados, fanáticos ocultos en vecindades del Centro Histórico, juniors herederos de glorias del pancracio, ¿quién conoce el paradero de la máscara perdida?
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