El asedio Animal, de Vanessa Londoño narra diversas historias de la dura vida en diversos poblados de las provincias colombianas. Ella es una gran observadora de los detalles, que va hilvanando para poder crear un entramado mayor sobre la gran historia, esa que cruza la política, el género, el racismo y la violencia sistémica. Con un impacto visceral, escribe sobre la violencia sin caer en lo común, y propone una posición crítica y compleja ante la idea totalizadora de lo latinoamericano.
En Hukuméiji, cerca del río Don Diego y el mar Caribe, la lluvia torrencial despierta la memoria de los habitantes mientras los deslaves arrastran lodo, casas y cadáveres. En este poblado del norte colombiano, el cuerpo de los seres humanos experimenta el placer y el deseo, pero también es el terreno donde el horror de la violencia imprime los castigos más brutales y permanentes. A los protagonistas de estas historias les han arrancado algo: les arrebataron a sus seres queridos, las piernas o la tierra; pero aún sintiendo en la carne la presencia de sus pedazos faltantes, se empeñan en recordar sus historias mientras buscan otras formas de comunicarse, de amar y seguir viviendo. Con una prosa tan cruda como fascinante, Vanessa Londoño escribe el cuerpo mutilado como un sistema para explicar la pérdida, un camino para evocar la empatía y, en ese lenguaje compartido del gozo y el dolor carnal, comprender la ausencia o la muerte, el despojo, la injusticia y la brutalidad con que, en el territorio general de la violencia, el poder pretende administrar el paisaje, el dolor y el deseo.
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