Hasta el siglo XVIII, las élites lograron preservar el poder y distribuir el superávit a su entera conveniencia por virtud de una ideología que legitimó a los gobernantes por derecho divino. Convencer a las víctimas de explotación de que su sufrimiento les garantiza la entrada al paraíso fue el papel del clero. Pero con el triunfo de los valores de cambio, las doctrinas religiosas fueron desplazadas por... la teoría económica.
Su complicada jerga que “solo los especialistas pueden comprender” oculta una amarga verdad: somos seres humanos esclavizados por las máquinas que nosotros mismos hemos creado; obsesionados por comprar cosas que no queremos ni necesitamos; virus asesinos del organismo-planeta que habitamos.
Nosotros, que vivimos en un mundo tan injusto que malgasta nuestras posibilidades de producir riqueza real, en una sociedad que nos castiga de manera despiadada porque no soporta verse en el espejo del pensamiento crítico.
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