Tillman había renunciado a un contrato millonario con la Liga de Fútbol americano (NFL) para alistarse en el Ejército, tras el fuerte impacto que tuvieron sobre él los atentados del 11-S de 2001. Pero dos años más tarde fue abatido en una misión en el sureste de Afganistán, y la Casa Blanca y el Pentágono emplearon su sacrificio para ennoblecer la guerra y sus motivos. Sin embargo, pronto se descubriría que a Tillman no lo mataron los talibanes, sino el "fuego amigo", y que el Ejército conspiró para ocultar esas circunstancias.
A través de los diarios y cartas de Tillman, entrevistas con su esposa y amigos, conversaciones con los soldados que sirvieron junto a él y una amplia investigación, Krakauer expone los acontecimientos y acciones que llevaron a su muerte. Tillman era ateo, recelaba de Bush y vivió como un calvario personal su primera misión en Iraq. Como muchos estadounidenses, veía aquella guerra innecesaria, un capricho de la administración Bush. Se negó a dar entrevistas y no quería ser representante de ninguna generación, sólo quería luchar por su patria, como uno más.
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