En el siglo XXI, la mayor parte de la personas sigue sin afrontar la muerte a través de la reflexión filosófica o religiosa. Sin embargo, tras el paréntesis moderno, las estrategias de negación y olvido dan paso insensiblemente a una revolucionaria y tal vez definitiva reconciliación con aquélla que culmina en su conversión en objeto artístico cotidiano.
Esto significa que la construcción social de la muerte ya no es proceso de concienciación individual sino de teatralización y juego colectivo, muchas veces experimentado en diferido.
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