Este libro presenta la economía y política económica, así como las implicaciones políticas de ambas, durante el sexenio por concluir de Andrés Manuel López Obrador y analiza las consecuencias y retos que tendrá la presidencia de Claudia Sheinbaum en el periodo 2024-2030. La continuidad que ofrece Sheinbaum es en los hechos un modelo de decadencia económica coronado, sin embargo, por una extraordinaria conquista política, un triunfo que permitirá instrumentar una regresión al autoritarismo político.
Las políticas y las cifras de casi seis años no dejan duda sobre la decadencia económica. En diciembre de 2018 un mesiánico arribó al poder con un proyecto de nación madurado por larguísimo tiempo. Su oferta era resumida en el distanciamiento del neoliberalismo económico seguido por los gobiernos del PRI y PAN, 36 años (1982-2018) que para AMLO representaban una etapa oscura que desterraría. Una crítica dura, y certera, del tabasqueño era el bajísimo crecimiento durante el periodo, alrededor del 2%. El crecimiento es la vara económica más importante con la que AMLO presenta al neoliberalismo como un fracaso.
Pero el antineoliberalismo obradorista resultó un remedio peor que la pretendida enfermedad, socavando (más) los fundamentos del crecimiento económico: el capital humano (educación y salud) y el progreso tecnológico, ambos pilares de una mayor productividad. Por el contrario, este implicó la glorificación de la pobreza y la condena del aspiracionismo a una vida mejor. La exaltación del trapiche como forma de producción por parte de AMLO representa ese gusto por el atraso y su pobreza.
Esto aunado a otros dos elementos que también socavan profundamente el crecimiento futuro: una impresionante corrupción y la destrucción de instituciones. La primera acompañada siempre de un extraordinario cinismo: AMLO proclamando la honradez propia, de su familia y de su gobierno, exculpando con rapidez a cualquier señalado por un escándalo, al tiempo de usar siempre acusaciones de corrupción (sin investigaciones o pruebas) para cerrar organismos y programas, al tiempo de acusar de corruptos a sus enemigos. AMLO prometió un crecimiento promedio en su sexenio de 4% y este en cambio rondará 1%, la mitad del denostado registro neoliberal. Claudia Sheinbaum recibirá una economía con un crecimiento bajo y en declive continuo desde 2021. El PIB per cápita habrá crecido menos de 1% acumulado en el sexenio.
Una de las grandes apuestas económicas del obradorismo fue el petróleo, la obsesión de resucitar a Pemex como un gigante industrial y restaurarlo, como en los años de López Portillo, como palanca de desarrollo. Una apuesta aparejada con la pretensión de eliminar las importaciones de gasolinas y la convicción que ello representaba un fortalecimiento de la soberanía nacional. Pero AMLO, al parecer sin saberlo, replicó la apuesta que hicieron todos sus antecesores (Peña Nieto hasta 2016). Las razones eran distintas pero el fin similar: encontrar más petróleo y explotarlo. Todos fracasaron, incluyendo a López Obrador, a pesar de enormes cantidades de dinero invertidas, con Pemex registrando astronómicas pérdidas financieras. Puede argumentarse que la paraestatal está quebrada desde 2014. AMLO recibió una empresa paraestatal en un agujero profundo y siguió cavando con fuerza.
Lo que diferenció a López Obrador fue la refinación, no solo con la construcción de Dos Bocas, sino además buscando rehabilitar las seis refinerías existentes. La inversión astronómica solo trajo consigo pérdidas igualmente enormes. Sí hubo un gran éxito: la compra de Deer Park, en Houston, en 2021. Pero Pemex y Dos Bocas siguen siendo agujero negros en los que desaparecen miles de millones de pesos, lo mismo que los otros elefantes blancos del sexenio: Tren Maya, AIFA y CFE. Buscando restaurar a la empresa eléctrica a su pasado dominante, López Obrador no ha dudado en dañar profundamente al mercado eléctrico, hacer huir a inversionistas privados y al mismo tiempo obstaculizar la energía solar y eólica.
El dinero para los diversos elefantes blancos del régimen, sumando otros como el Corredor Interoceánico, Banco del Bienestar o Segalmex, provino de lo que se vendió como austeridad y en realidad fue austericidio: el saqueo de Fondos de contingencia y fideicomisos públicos, la extinción de organismos y dependencias, para reasignar el gasto público a las prioridades presidenciales. Estas incluían también ciertos programas sociales, destacadamente la pensión universal para adultos mayores. La política social del obradorismo, buscando entregar dinero directamente a la mayor cantidad posible de personas mientras cerraba otros programas que beneficiaban a los más pobres, fue clave en su arrollador triunfo político en 2024. Quien prometió no tener déficit o endeudamiento tuvo un desequilibrio en las finanzas nacionales todos los años, cada vez mayor a partir de 2020 y explotando en 2024.
Para los votantes de 2024 no importó la destrucción del sector salud, destacadamente el Seguro Popular y los esquemas de compra y distribución de medicamentos, lo que se evidenció particularmente en las muertes excesivas (más de 800 mil) en la pandemia. Los programas sociales y el espejismo salarial, notablemente los fuertes aumentos al salario mínimo, el engaño de estar privilegiando al sur más pobre (en realidad al sur menos pobre, notablemente Tabasco y la Península de Yucatán), fueron claves en construir una clientela política en torno a la figura presidencial y su partido, y gracias a ello la victoria de su sucesora.
Un modelo económico que continuará, al parecer con una presidencia bicéfala. Lo que se perfila en México a partir de octubre 2024 es un nuevo Maximato. No es claro si Claudia Sheinbaum querrá o podrá sacudirse del inmenso poder de su padre político. Lo que es indudable es que AMLO no renunciará a esa influencia. Pero Sheinbaum recibe una economía y política económicas muy diferentes a las que había hace seis años. Un imperativo urgente será enfrentar el astronómico déficit fiscal de casi 6% del PIB. Mientras que sí habla de recortar ese desequilibrio, sigue prometiendo más gasto, notablemente en programas sociales, aumentos salariales a trabajadores públicos y obras como trenes de pasajeros.
Claudia Sheinbaum se enfrentará a ella misma, la proclamada ecologista obligada a seguir buscando que Pemex (una bomba de tiempo presupuestal) regrese como gigante industrial, quien dice buscar energías verdes teniendo que concluir Dos Bocas y la modernización de refinerías. Se verá obligada también a continuar o enfrentar la corrupción del obradorismo, la inseguridad y la destrucción de la movilidad social. Puede continuar lo hecho por su predecesor, por más que sea perpetuar los fracasos y el continuado saqueo del erario. Lo que no podrá hacer es lo que tanto explotó AMLO: culpar a su predecesor por la herencia recibida. A menos que decida reformarlo radicalmente, y hasta el momento no hay señal alguna de ello, estará atrapada en perpetuar un modelo económico que solo augura una mayor decadencia para México.
Sheinbaum, quien como estudiante universitaria combatió al PRI exigiendo democracia, en las semanas anteriores a su toma de posesión se está viendo obligada a aplaudir la destrucción de instituciones autónomas y el Poder Judicial. Tendrá que aceptar, convencida o reticente, una extraordinaria regresión al autoritarismo, con Morena como un nuevo PRI dominante. Le corresponderá continuar y consolidar lo que probablemente será una nueva era de autoritarismo político, una larga era del morenato que quizá permanecerá por décadas.
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