El problema meridional ha sido estudiado a lo largo de todo el siglo XIX por un gran número de investigadores. Su denuncia de los males sociales y políticos se ha presentado como un problema relacionado con la distribución de la riqueza o con la necesidad de atajar las fuentes de la desigualdad. Esta agenda se sostenía gracias a un ideal reformista que dejaba en el aire la cuestión esencial: qué fuerza debería hacerse protagonista de la transformación del Sur, puesto que la burguesía italiana no respondía a su llamada. Situándose en la época donde imperaba el fascismo en el país, Antonio Gramsci va más allá y traslada a los problemas concretos de entonces a la fórmula de los consejos soviéticos y además adapta el concepto de consejo campesino que se hizo famoso durante la revolución rusa. Al igual que en la ciudad, también en el campo, el Consejo organizará de manera permanente a las masas, las educará en términos socialistas, será la sede en la que la comunidad campesina afrontará sus propias necesidades y planificará colectivamente la misma acción productiva. Para el autor, en este Consejo labrador nacerá un nuevo tipo de productores, surgirá una nueva conciencia del hombre.
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