Música en letras
Existe una nueva ola de autores italianos jóvenes (quizá demasiado jóvenes) que están renovando no sólo la literatura local y europea, sino también el panorama literario mundial, debido a su proyección gracias a traducciones tempranas y de excelente calidad, pero también a su original talento. Italia cuenta con una tradición literaria innegable, desde Dante Alighieri hasta Umberto Eco, pasando por Svevo y Pirandello, han hecho aportes esenciales a las letras universales. En la actualidad, autores consolidados como Andrea Camilleri, Roberto Calasso y Alessandro Baricco son nombres referentes de la literatura italiana, pero al mismo tiempo, realizando el relevo generacional que siempre es necesario para la salud de cualquier cultura, están autores noveles como Paolo Sortino —nacido en 1982 y que salió a la luz literaria con su novela Elisabeth (Anagrama, 2012)—, Giovanni Montanaro (1983) o Paolo Giordano —nacido en 1985 y que sorprendió al mundo entero con su excelente novela La soledad de los números primos (Salamandra, 2009).
Giovanni Montanaro, autor que nos interesa en esta reseña, con tan sólo 24 años de edad escribió La cruz de Honninfjord (Libros del silencio, 2010), novela que fue finalista del premio Calvino 2006 y ganadora del Vittorini Opera Prima y el Zocca Giovani.
En La cruz de Honninfjord se encuentran cuatro historias, que entrelazadas quizá anacrónicamente pero justificadas con una estética precisa y novedosa, nos hacen viajar de una a otra a la manera de un puzzle temporal que va encajando con claridad a medida que la novela avanza. La primera historia sucede en 1965 y nos presenta a Bjorn, joven noruego que trabaja en un archivo musical donde se encuentran todas las partituras del mundo. Su vida cambiará drásticamente cuando Marie, una chica francesa, va al archivo a buscar una partitura de Honninfjord-Dersvinkij, en donde podría estar la clave para encontrar a su padre. Otra historia sucede en 1942 y es la del compositor noruego Edvard von Honninfjord-Dersvinkij, quien escribe cómo formó parte de la resistencia noruega en contra de los nazis y logró hundir un barco con un cargamento indispensable para que los alemanes construyeran la bomba atómica. Está también una transmisión radiofónica estadounidense emitida en 1988 donde sobrevivientes de la ocupación nazi en Noruega cuentan cómo escaparon de su país siendo apenas unos niños. Finalmente está la historia del músico y monje Hoisbald de Askert, quien en el año 883 arriesga su vida al experimentar con música polifónica, a pesar de que esto es considerado herético en aquellos tiempos, pero sienta las bases para que la música monódica ya no sea la única existente para alabar a Dios y al mismo tiempo revoluciona el modo de concebir la composición.
Estas historias, tan disímiles entre sí, forman un fresco, quizá un mosaico en este libro. Las historias no se tocan ni se cruzan entre ellas, pero se complementan para lograr el entendimiento general del libro; se necesita de todas, sin omitir ninguna, para que esta historia funcione a cabalidad. Paulatinamente el libro se devela a sí mismo, avanzando con cadencia pero al mismo tiempo a un ritmo vertiginoso, dando pistas, sugerencias, guiños de ojo y vuelcos inesperados. La cruz de Honninfjord es de esos relatos que requieren atención y un lector activo, pero no por eso es pesado ni tedioso, sino al contrario, el lector por sí mismo se dará cuenta que necesita saber, que quiere seguir leyendo y que tiene que pasar las hojas casi con desesperación, ávido de saber qué será lo siguiente que ocurra; y al mismo tiempo tendrá que integrar la historia en general con las historias en particular, para dar razón tanto de la historia que es la cruz de Honninfjord como de la Historia con mayúsculas, esa historia que corre paralela a la existencia de los hombres sin que nadie esté consciente de su intempestivo flujo; el pasado y sus contingencias, además de los hechos concretos, configuran un presente fortuito y necesario a la vez, en donde la fatalidad parecerá azar y viceversa.
Reseña escrita por Juan Carlos Sánchez, El Péndulo Web
La memoria y el olvido, la música como forma de interpretar y transformar el mundo y la lucha contra el dogmatismo conforman esta impecable novela en cuatro tiempos que recibió el premio Vittorini Opera Prima y fue finalista del premio Calvino en 2006.
1965: En un remoto lugar de Noruega, Ingenting, existe un archivo laberíntico en el que se conservan todas las partituras del mundo. Su custodio, el joven Bjorn, recibe un día la visita de Marie, que lo embarca en la búsqueda de un misterioso Réquiem escrito por el gran Honninfjord-Dervinskij.
1942: La resistencia noruega se prepara para boicotear un envío de agua pesada proveniente de la Norsk Hydro que permitiría a los alemanes construir la bomba atómica y determinar el curso de la historia.
883: Tras un largo peregrinaje, el monje Hoisbald regresa en secreto a Askert con el propósito de revolucionar el canto gregoriano introduciendo en él la polifonía. Un desafío contra la ortodoxia de la Iglesia que podría llevarlo a la muerte.
1988: En un programa radiofónico estadounidense dos oyentes relatan las circunstancias en las que lograron escapar de la Noruega ocupada durante la segunda guerra mundial, cuando eran tan sólo unos niños.
Epílogo: Después de un año en Noruega, Marie se despidió sin más de Bjorn, que no ha podido olvidarla en todo este tiempo. Ahora una carta enviada desde Venecia lo invita a reencontrarse con ella.
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