Este libro es una preparación para la vida en soledad; o, más exactamente, su justificación razonada y, a la vez, pasional. Sin embargo, en medio de su aciago ascetismo anida también una piedad sin falsa bonhomía, una piedad que se expresa en voz alta y a menudo airadamente, pero que no deja de ser piedad. Huyendo de la humanidad, Quignard se pone sin embargo a leerla, y a escribir sin pausa sobre ella. Lee a todos los autores que puede, de manera crítica, sí —a veces exasperada—, pero jamás de mala fe. Porque leer es para él «asentir, con cierta angustia, totalmente, a otro sentir». He aquí su única confianza en el destino humano. «Ya nada juzgo», dice, porque en cada juicio se afirma la fidelidad al grupo, al consenso y al status quo; porque detrás de cada juicio se esconde una sentencia de muerte.
Quignard deja de juzgar para dedicarse a pensar, a escribir, a crear. Ésta es su soledad. Ésta es su libertad. Acaso la única posible.FRANCISCO SEGOVIA
Advertencia: Las existencias de nuestro sistema no son precisas al 100%, por lo que antes de dirigirte a una de nuestras sucursales, te recomendamos que llames por teléfono para confirmar su disponibilidad.