Los Arreglos del 21 de junio de 1929 dieron lugar a una encarnizada oposición de tres obispos, varios sacerdotes y seglares, sobre todo la LNDLR, que lucharon contra lo que calificaron de sumisión de la Iglesia Católica al gobierno. Los arreglos fueron obra del pragmatismo Vaticano, no capricho de Leopoldo Ruiz y Flores y Pascual Díaz. Tanto esta resistencia como la Reforma Agraria y la educación “socialista” llevaron a una segunda rebelión cristera, que desautorizada por el episcopado, no tuvo un alcance tan grande como la primera.
Simultáneamente la Iglesia fue recuperando su actividad pastoral en grado diverso, según regiones, ciertamente Jalisco fue uno de los estados en que gracias a la reanudación del culto, la administración de los sacramentos fue más intensa, que era precisamente uno de los propósitos del Vaticano. Paralelamente al final de la hacienda se desarrolla el capitalismo equilibrado por un sindicalismo impulsado por el Estado, al amparo de una bandera “socialista”, anticlerical y anticatólica. Resultado de este sindicalismo es el final del sindicalismo católico.
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