Molina Foix, Juan Antonio (ed.)
Los mejores relatos policiacos de los grandes narradores de la literatura universal.
Desde que a mediados del siglo XIX Edgar Allan Poe fijara las reglas del género detectivesco, este obtuvo rápidamente carta de naturaleza. Un tipo sofisticado de literatura, cuyo punto de referencia estético se basa en la variación del incidentes y hallazgos, tramas narrativas diversas y personajes distintos que comparten un espacio, y en el que se combina la naturalidad en el uso de palabras cotidianas —«la suavidad engañosa» de la que hablaba Raymond Chandler— con la retórica del morbo.
El crimen atrae no solo porque es el único acto que podemos «resolver» en relación con la muerte, sino porque además falsea nuestra realidad cotidiana otorgándole una coherencia de la que normalmente suele carecer. La novela clásica se convierte así en novela de investigación, presentando el hecho criminal como un enigma para la razón, como un desafío que será el soporte del pacto entre el texto y sus lectores.
La popularidad del relato policiaco fue afianzándose en todo el mundo a lo largo de las décadas posteriores y, aparte de los narradores adscritos únicamente al género, otra clase de escritores no lograron resistirse, como no podía ser menos, a su veintena de autores de primerísima fila que no dudaron en intentarlo, aunque sus notables resultados hayan quedado a menudo sepultados injustamente por sus reconocidas obras mayores. Se trata pues aquí de recuperarlos y comprobar que no solo salieron airosos del reto, sino que destacaron además por su original enfoque y la depurada calidad de su prosa.
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