Ciudad de México. La actriz Pamela Dosantos había alcanzado el estrellato gracias a sus afamados muslos y a un corazón amplio y generoso por el que pasaron los políticos más encumbrados de México. La aparición de su cuerpo, salvajemente mutilado, desencadena una crisis de insondables consecuencias para el regreso del PRI a la presidencia. Tomás, un periodista dominado por el desánimo, escribe apresuradamente en su columna acerca del asesinato de la famosa actriz, incorporando un dato muy tentador acerca de la ubicación del cadáver, sin hacer las comprobaciones necesarias. La publicación de lo que parecía un dato banal, lo coloca en el punto de mira: el cuerpo estaba a escasos metros de la casa de Salazar, el hombre más temible del nuevo régimen.
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