Desde una vejez apacible y desde su voz se teje una historia de orfandad, crimen, desamor y expiación. Las estaciones comunes al Lazarillo de Tormes, al Periquillo Sarniento y al Candingas, ese diablo sonriente que le presta su nombre al protagonista de esta picaresca. Pero, aunque las estaciones sean las mismas, el paso por una voz las cambia. Al decir, al ir diciendo, su yo, la voz, barriobajera a veces y a veces lírica, siempre sabrosa, se vuelve la verdadera protagonista de esta novela deliciosa.
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