Siempre que nos proponemos convencer a nuestros interlocutores, usamos determinadas estrategias de persuasión sin apenas darnos cuenta. Las aprendemos a ciegas con la propia lengua pero, no obstante, obedecen a las reglas de la lógica informal. Conviene dominarlas y perfeccionarlas conscientemente para sentirnos cómodos en discusiones, para exponer claramente nuestras ideas o refutar las de otros que nos parecen incorrectas. Este arte de la lógica informal se ha estudiado asiduamente desde la Antigüedad en la disciplina de la retórica. En la actualidad, más que nunca nos vemos expuestos a argumentos dudosos o falsos en los discursos políticos, en los negocios y en la publicidad. Sin embargo, ni en las escuelas ni en las universidades se nos enseña retórica para poder descubrir o, si hace falta, usar los trucos más hábiles.
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