Los nanitos hicieron de Bloodshot una máquina de matar casi imparable. Su fuerza, velocidad, resistencia y capacidad de curación aumentadas le convertían en el arma perfecta, y servía a sus jefes de Proyecto Espíritu Renacido –una corporación privada de armamento– muy bien.
Ahora, Bloodshot tan solo es una sombra de lo que fue. Vive un exilio autoimpuesto, mientras intenta recuperarse de las consecuencias de su anterior vida y los recientes acontecimientos que casi le vuelven loco. Pero al dar comienzo una oleada de tiroteos llevados a cabo por hombres que tienen el mismo aspecto que Blooshot en sus inicios, su sentimiento de culpa le obliga a detener a los asesinos, incluso si eso implica retomar la vida violenta que casi lo destruye.
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