En el tercer episodio de las aventuras de Milki, el gato cuya familia vive en una ciudad poblada exclusivamente por perros, lleva al protagonista a integrarse en una pandilla canina a cuyo nombre alude el título de la obra. Milki está contento de haber encontrado, al fin, un grupo de amigos pero pronto descubre que el jefe del club muestra una conducta algo extraña. La presencia de unos matones que persiguen a sus nuevos amigos y a él mismo anima a su hermana mayor, Milla, a incluirse entre ellos para protegerlos. Todos juntos, instigados por el jefe, viven una aventura nocturna en la que se apoderan de un camión cargado de caramelos para repartirlos entre los niños de barrios marginales que carecen de medios para comprarlos. Milki tiene dudas acerca de si esto es un robo porque entiende el espíritu justiciero que lo motiva, debido al elevado precio de los caramelos, que sólo los ricos pueden disfrutar. La trama argumental es interesante para el público infantil, la acción se desarrolla a buen ritmo y los personajes quedan bien caracterizados. Todos estos elementos contribuyen a que la obra resulte de lectura entretenida pero el planteamiento de fondo queda un tanto confuso en tanto que no deja claro el sentido social de la riqueza individual. El desenlace parece inducir a gastar el dinero para lograr el desarrollo personal pero no que deba emplearse para ayudar a otros a conseguirlo.
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