Un chapín es un tipo de sandalia española con alzas, y “chapines” es como se conoce a los guatemaltecos en buena parte de América. Un apelativo de doble uso, a veces arrojado con desprecio, otras esgrimido con orgullo, que nos da una de las claves de este rompecabezas obtenido por decantación. No otra cosa es la literatura en Eduardo Halfon: fragmentos a su imán, el cuento entendido como una forma de biografía íntima y fragmentada. El resto de las claves se halla en cada uno de los títulos de este tríptico esencial: su doble identidad de latinoamericano y judío (triple o cuádruple si contamos EE.UU. y España como patrias de adopción) es el vórtice sobre el que giran todos sus relatos; tradición y otredad, lenguajes inventados; el dibujo como forma de representación, reflejo de la mudez de la infancia. Y la violencia, el espectro de la violencia, la fiesta de la violencia y la destrucción como un valle ignoto y feliz.
Este volumen compila y concluye la trilogía completa iniciada en 2007 con Clases de hebreo, seguida en 2009 con Clases de dibujo y cerrada también aquí con el inédito y magistral Clases de machete, situando este libro en el lugar de privilegio de títulos como El boxeador polaco (Pre-Textos, 2008) y Monasterio (Libros del Asteroide, 2012).
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