Los años del poder y la gloria de Napoleón tocan a su fin cuando en la deslumbrante ciudad de Parma el joven patricio Fabrizio del Dongo inicia sus aventuras. Recomendado y protegido por su tía, la fascinante duquesa de Sanseverina, y por el amante de ésta, el conde Mosca, primer ministro del Ducado, el camino de Fabrizio hacia la cumbre de la corte parece de rosas. Sin embargo, la pasión no correspondida que el príncipe absoluto de Parma siente hacia la Sanseverina hará que todo se tuerza. Otra cumbre es la que le espera a Fabrizio: arrestado por homicidio, será encerrado en lo alto de la torre Farnese. Allí conocerá a Clelia, la hija de su carcelero, y el destino que estaba escrito para él dará otro dramático vuelco...
¿Quién no desea prolongar el goce, llevarlo más allá de los límites prescritos por la naturaleza adversa, y perpetuarlo? Tal es la pregunta que nos formula Stendhal en unas páginas en que pinta el placer del deseo con todos sus matices. Pero además de novela histórica, de amor y de aventuras —«la mejor de las novelas románticas», según Somerset Maugham—, este clásico es una gran novela política: «Si Maquiavelo hubiese escrito una novela de nuestros días, ésta sería La Cartuja», dijo Balzac, admirado por la confrontación de ideas jacobinas, bonapartistas y absolutistas encarnadas en las conversaciones y evoluciones de personajes tan memorables como el conde Mosca.
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