En la aurora del siglo XXI el arte ha demostrado que todavía puede producir cambios en la vida. El arte implicado sale a las calles, involucra a los individuos, toma la vida cotidiana para llevarla a la esfera estética y desde allí, ofrecerle reflexiones para transformarse. Dentro de las artes urbanas, el graffiti notablemente, ha tomado la delantera.
El graffitero más famoso de mundo, sin duda alguna, es Banksy.
Con justa razón ha ganado su lugar. Ya que a base de combinar la escritura de impacto y una gran técnica con tintes de cultura neo-pop, logra manifestar agudas críticas a la política y ética mundial.
Su estética conmueve y atrae. Las imágenes, muchas de las veces, irreverentes y sarcásticas llegan velozmente al imaginario colectivo del mundo contemporáneo. Pues no deja fuera de su perímetro estético a empresas trasnacionales, figuras políticas, estereotipos institucionales, invasiones bélicas.
Su mensaje se hace más convincente con el hecho de permanecer su identidad en anonimato. Se ocupa del poder de las imágenes que crea, al tiempo que se aleja del mercado frívolo del arte. No se le conoce más que por sus intervenciones. Hoy más que nunca, en la era del narcisismo artístico, es notable su conducta.
Reseña escrita por: Francisco Goñi, el Péndulo Condesa.
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