Bruce Chatwin es uno de los escritores más enigmáticos del siglo XX. Libros ya clásicos como "En la Patagonia" o "Los trazos de la canción" escapan a toda clasificación, y se revelan como textos fantásticos donde Chatwin se mimetizó con los entornos visitados al grado de crear una realidad particular para los mismos.
Como revela Nicholas Shakespeare en la introducción a estas Cartas, Chatwin era un personaje de sí mismo, y el alter ego que aparece en sus obras es muy distinto del Chatwin que muestra su correspondencia, publicada luego de un meticuloso trabajo editorial durante veinte años de su viuda, Elizabeth Chatwin.
Escribiendo desde lugares como Suecia, Afganistán, Grecia, Turquía y África, a personajes como Patrick Leigh Fermor, James Ivory y Paul Theroux, Chatwin se revela como un contador de historias puro, apasionado de la vida (un mes antes de morir se lamentaba: «Aún hay tantas cosas que quiero hacer»), inseguro sobre cosas íntimas como su sexualidad. Después de todo, como dijo su amigo Salman Rushdie: «Bruce apenas había empezado. Tan sólo vimos el primer acto».
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