El análisis de los movimientos sociales ha impulsado el desarrollo de una disciplina -la historia social- ritualmente invocada, a partir de 1930, como parte de la «historia económica y social». Esta rama histórica se ha convertido en campo privilegiado de convergencia de la antropología, la sociología y la historia. Su metodología ofrece la variedad y amplitud propias de una disciplina en rápida gestación, nutrida por polémicas fructíferas.
Entre los movimientos sociales que sacudieron las estructuras vigentes en el siglo XIX, resalta, por su singularidad, el cambio de régimen que conoció el Japón a partir de 1868. El dinamismo que caracterizaba a la nueva clase dirigente precipitó la caída del Shogunado: las estructuras más aparentes "del régimen feudal desaparecieron en breve. ¿Quiénes propiciaban el cambio? Los instauradores eran jóvenes guerreros, samurais resueltos a resistir las presiones extranjeras. Pronto, sin embargo, comenzaron a adoptar hábitos y costumbres europeas, a planear ferrocarriles, a modernizar el ejército, a reformar los sistemas educativos, a cimentar un gran imperio. El reinado de Meiji Tenno aún suscita recuerdos de magnificencia entre los japoneses. ¿Fue una revolución jurídica inscrita en una evolución social a largo plazo, o una mutación económica seguida de una reforma política? La historiografía occidental duda, a la hora de caracterizar la Era Meiji, entre «revolución» y «restauración». Lo cierto es que la acelerada sucesión de los cambios supuso la oscilación entre fases revolucionarias y retrocesos reaccionarios.
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