Artemisia, de Anna Banti relata dos historias, la de la propia autora y la que ella escribe sobre Artemisia Gentileschi, la gran pintora barroca. Es en 1944 cuando los nazis vuelan los puentes de Florencia, todos los que vivían en las cercanías fueron evacuados. Banti también, aunque pierde el manuscrito, por lo que deberá comenzar a escribir de nuevo, pero ahora mezclando parte de su vida en ello.
El bombardeo nazi de Florencia en agosto de 1944 destruyó el manuscrito de la novela que Anna Banti había dedicado a la figura de Artemisia Gentileschi.
Banti encontró en la gran pintora del Barroco (1593-1652/53), silenciada por una
historia del arte eminentemente
masculina, el símbolo universal de mujer luchadora y en incesante pugna por la reivindicación de su dignidad, y también una «compañera entre los escombros», una amiga imaginaria que compartía con ella la carga de
una permanente desconfianza del entorno hacia sus cualidades. Así, poseída por la voz y la mirada
de una mujer de hace más de trescientos años, Banti puso en pie una nueva obra, poliédrica y poética,
escrita en dos tiempos y, en cierto sentido, contra el curso del tiempo y «su irreparable corriente». Un
coro a dos voces: la de una mujer borrada por la Historia y la de otra que apuntala un presente en
ruinas. Artemisia, hija del pintor Orazio Gentileschi, compañero de Caravaggio, fue violada a los
diecisiete años por su profesor de pintura, y humillada y torturada en un posterior juicio por estupro.
Su venganza fue imponerse como artista, otorgando a las mujeres de sus lienzos (a Judit y a
Susana, a Betsabé y a Lucrecia, a Cleopatra y a María Magdalena) un protagonismo incómodo y
fascinante para su siglo, y que alcanzó un inaudito reconocimiento.
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