En este libro, González Rodríguez narra cómo, a partir de una conversación con una compañera de trabajo, le fue posible corroborar la teoría del investigador Robert Wright, quien defiende el papel del impulso reproductivo en los distintos intereses amorosos de hombres y mujeres, pero también nos comparte sus memorias de un acercamiento infructuoso con una alumna de la Facultad de Filosofía y Letras –en el tiempo en que él mismo curso ahí la carrera de lenguas modernas– o nos cuenta su larga investigación para desentrañar el significado de la expresión “güi-güí”, palabra escuchada en una plática con una amiga, e incluso llega a describir las llamadas que Jorge Ibargüengoitia le hace desde el más allá para darle consejos sobre, claro está, mujeres.
Pero lejos de generar en el lector la impresión de que esta insistencia en el sexo opuesto se trata de una obsesión, los episodios relatados por Sergio González Rodríguez recuerdan que para el hombre la compañía femenina es una necesidad que, aunque a veces resulte amarga, es ineludible.
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