La alta ruta conecta Chamonix con Zermatt a través del solemne y bellísimo vacío de los glaciares, un universo lunar nevado, atravesado por la soledad esquiador de fondo o el alpinista, que tan bien conoce el vértigo y la embriaguez del esfuerzo. El olvido del punto de partida y la obsesión con el punto de llegada, la respiración interior de quien camina siempre hacia arriba, dejando atrás imprevistos geranios en cabañas de madera y mariposas blancas... Maurice Chappaz habla de todo ello con las palabras' s una verdadera liturgia (en la que la belleza, en todas s formas, es más importante que el frío).
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