Hablar de locura es para muchos algo lejano, lo ven ajeno a ellos e incluso hay quienes lo asocian con gente débil. Si nos centramos en la definición del diccionario, locura es “la privación del juicio o razón”, así que no es difícil entender que prácticamente la mayoría vamos a vivirla en carne propia alguna vez en nuestra vida. Pero, ¿por qué nos da tanto miedo que nos digan que estamos desequilibrados o que tenemos un trastorno mental? Probablemente se debe al gran desconocimiento, o mejor dicho, a la atroz distorsión que se ha hecho durante siglos de los padecimientos emocionales y mentales.
Desde la Edad Media la pérdida de la razón se asociaba a una pérdida del ser, de la identidad, se creía que la persona estaba poseída por el demonio y cualquier relación con ésta implicaba ser atrapado y llevado a su infierno. Este prejuicio ha contribuido a la estigmatización, sufrimiento, secretismo y aislamiento de muchas personas con problemas mentales que con la ayuda oportuna hubieran superado ese bache emocional, ya que más que estar poseídas, su mente había tomado caminos que no acostumbra.
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