En agosto de 2003 tomé una de las decisiones más importantes de mi vida: mudarme de Guadalajara a Ciudad de México. Huía de una ruptura matrimonial. Pensé que el cambio de aires me daría distancia y perspectiva con mi situación, pero terminó otorgándome algo más vital: un entorno estimulante para la creación, para un tipo de narrativa que ya venía explorando, ligada a lo sobrenatural y lo policíaco, pero que en la Ciudad de México encontró un escenario ideal.
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