Es imposible no adorar Rumania y a su pueblo, tan generoso, tan latino, con tanta capacidad de sufrimiento y, al mismo tiempo, tanto orgullo y tanta elegancia: Dinu, por ejemplo, un hombre grande y fuerte, con una sonrisa que engulle el mundo, es un príncipe. Es un gran poeta.
Seguimos, desde nuestro primer encuentro hace más de treinta años en Finlandia, el trabajo uno del otro, desde la época en que Dinu Flamând era una gran promesa de la poesía rumana y después una gran realidad, traducido y apreciado en varios países. Cuando me entregó Sombras y rompeolas, este libro de poemas de alta calidad y, en mi opinión, su mejor libro hasta ahora, quedé tan entusiasmado que, tras cinco minutos de lectura, estaba llamando a la editorial para que le enviaran el libro a Manuel Fonseca, cuya opinión no podía ser muy diferente de la mía.
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