En la década de 1970 surgió en San Francisco un movimiento revolucionario, los comix underground. Autores como Robert Crumb, Art Spiegelman, Gilbert Shelton o Harvey Pekar dibujaban sobre temas hasta entonces inéditos: el sexo, las drogas, la enajenación mental y la vida en los márgenes. En ese mundo de hombres brillaban con luz propia las tiras del «Callo», el personaje autobiográfico de las viñetas de Aline Kominsky. Eran historietas crudas en las que retrataba los pensamientos y deseos de una mujer joven que desea vivir. No hay en ellas pudor ni indulgencia con sus inseguridades, que la convirtieron en un personaje grotesco y autodestructivo, pero que a la vez revelaban un sentido del humor mordaz, así como a una autora con mayúsculas y segura de su arte.
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