León de Vega, pianista ambidiestro y ambisiniestro, lleva un tiempo peleándose con los Preludios de Chopin. Sobre esa obra y al ritmo de sus veinticuatro movimientos, va tejiendo los claroscuros de una vida en la que se siente presa de paradojas imposibles de superar y sobre las que cabalga en una desmedida ambigüedad que lo transporta a una constante y desesperada bipolarización. Bisexual, tradicional y ultramoderno, delicado y excesivo, unísono y desarmonizado, salvaje y tierno, encara cada pulsión existencial absolutamente solo y desnudo en sus contrapuntos. La música lo acompaña en sus diatribas, sus traumas y sus excesos dentro de una comunión que lo engancha al compositor romántico, le ata a sus amores imposibles, le empuja a la imposible redención, le convierte en vouyeur de su público y pesadilla de sus críticos, le hace transitar con devoción de Bach a Shostakóvich al tiempo que vomita sobre sus contemporáneos, saca el látigo y acaricia su país, no disimula una terrible anglofobia, reniega de raíces, identidades y familia, vapulea santones, blasfema como un demonio sin posible exorcismo metido en el cuerpo de los estertores del siglo xx... Y marcha sobre la vida y la muerte como una figura fantasmagórica contagiada de sida en un paralelismo marcado con la tragedia de Chopin, pero absolutamente rebelde e irredento en la defensa de su propia e insobornable idea de la libertad.
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