Deseoso de desprenderse de aquel halo de poeta de corrales que le había proporcionado una posición lucrativa, pero poco prestigiosa, Lope buscaba el reconocimiento general como poeta culto. Según sus adversarios, la musa castellana del Fénix no tenía la capacidad para domeñar la ciencia poética, por lo que debía limitarse a los géneros considerados como bajos o humildes. Herido en su orgullo, Lope puso en marcha un plan para arañar hasta el último aplauso. No se trataba de abandonar el teatro comercial, sino de buscar otras fuentes de ingresos, a través de géneros tan populares como la novela pastoril o la materia caballeresca, y al mismo tiempo acrecentar su figura como primer poeta de España. Ganado el respeto del vulgo, ahora perseguía la felicitación de las élites, es decir, Lope quería más, ambicionaba un triunfo incontestable.
El peregrino en su patria representa un hito en la evolución de un género que estaba obligado a una metamorfosis. A partir de Lope se puede hablar de una nueva etapa, pues la adaptación a los gustos españoles y el refuerzo del mensaje religioso supondrán el epicentro de la llamada novela bizantina barroca o de peregrinos, comenzando así un período de esplendor para el género.
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