Solo en un cuarto oscuro
Robert Chambears Stone es un hombre hecho en la cultura del esfuerzo. De padres norteamericanos, pero nacido en la Argentina, tiene un arduo compromiso con su país (la gloriosa América), con su empresa y claro, con él mismo. La empresa lo ama porque viene de una larga tradición de hombres de trabajo (su padre, su abuelo, él), porque estudió en Norteamérica, pero conoce mejor que nadie el Río de la Plata. Vive una vida desahogada, es el número dos de su empresa, tiene una amante argentina y una familia perfecta; hasta que un día una camioneta le impide el paso y desciende de un Falcon 70 blanco un hombre que lo encañona y le dice que su vida va a cambiar.
Novela breve y precursora en los 70 del noir argentino, Ni un dólar partido por la mitad de Sergio Sinay desvela los entretelones de la psique argentina (postcolonial, a fin de cuentas, latinoamericana), en un contexto en que la policía está inmiscuida en la criminalidad, los grandes emporios de capital norteamericano rigen los destinos de los países en donde se asientan y donde “el crimen”, contrario a la novela negra europea o norteamericana, no es lo anormal que rompe el orden; por el contrario: es la norma.
Sergio Sinay, su autor, es un reconocido especialista y consultor de psicología Gestalt. Además fue reportero y dirigió durante años varios medios en Argentina y en el exterior, durante su exilio. Sinay escribió en la década de los setenta y los ochenta otras tres novelas negras: Sombras de Broadway, Dale campeón y Es peligroso escribir de noche. Abandonando posteriormente el género y abocándose de lleno a su profesión como terapeuta Gestalt. Pese a esto, su cuarteta negra sentó las bases de lo que después sería un gran movimiento noir en su país de origen.
Como explica Paco Ignacio Taibo II “(las novelas latinoamericanas de los años setenta) tienen elementos comunes: caracterización de la policía como una fuerza del caos, del sistema bárbaro, dispuesta a ahogar a los ciudadanos; presentación de un hecho criminal como un accidente social, envuelto en la cotidianidad de las grandes nuevas ciudades; énfasis en el diálogo como conductor de la narración, gran calidad en el lenguaje sobre todo en la construcción de ambientes; personajes centrales marginales por decisión.”
Ni un dólar partido por la mitad se puede leer bien como un thriller atrapante que va hilvanando una trama llena de retruécanos hasta un apoteósico final,
pero también como un catálogo de las peores costumbres de la las dictaduras en Latinoamérica.
«Reseña escrita por Iván Farías, El Péndulo Polanco»
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