La periferia de cualquier ciudad (con algunas salvedades) siempre queda al margen de los proyectos políticos, de la urbanización y, por ende, de todo movimiento cultural. Entonces se convierte en una tierra indómita cuyos habitantes forjan sus propios códigos de supervivencia y cuyos jóvenes, ávidos de una forma de expresión, terminan tomando rutas que el arte no se atrevería a tomar.
Reginaldo Ferreira da Silva (Ferréz) es uno de dichos jóvenes. Creció en una favela de Sao Paulo, donde pasó hambre, donde aprendió la solidaridad del vecino, y donde vio a sus amigos convertirse en ladrones o vendedores de droga, para después encontrarlos muertos en una esquina o envejecidos tras haber pasado años en la cárcel. Todo eso mientras cargaba un libro bajo el brazo, como su único pasaporte hacia una libertad incondicional. De la favela aprendió la dura vida, mientras que de las letras aprendió a retratar la realidad.
En Manual práctico del odio, el personaje principal es Régis, un delincuente con un pasado humilde que se ve tragado por la vorágine de la ciudad. Empieza como todos: robando, consumiendo alcohol y cumpliendo la sentencia de la patrona de su madre: “¿entonces este chiquillo crecerá un día y vendrá a robar a mi casa?" Pronto se convierte en el líder de un grupo de delincuentes que planean el asalto a un banco. Triunfar o fracasar poco importa; lo verdaderamente importante es intentar salir de su pobreza, si las cosas no funcionan, siempre quedará la gloria de haberlo intentado.
Ferréz afirma que todos los personajes de este libro vivieron en Capao Redondo, favela donde él creció. Así, esta historia no es literatura, es un retrato de la realidad; la única diferencia entre las tragedias de la clase alta y las de los bajos fondos es que los primeros creen que el muro social que han formado los protege, mientras que los segundos asumen que toda su infelicidad es por culpa del dinero. Sin embargo, al final, ambos bandos se equivocan.
Reseña escrita por Alejandro Díaz, el Péndulo Condesa.
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