En el semestre de verano de 1829 Hegel se ocupó en sus clases de las pruebas de la existencia de Dios. Fruto de aquel magisterio son estas dieciséis lecciones que pertenecen al ámbito de la filosofía de la religión, aunque tienden un puente hacia la lógica.
En ellas se esboza el camino que va de la "certeza sensible" hasta el "saber absoluto" y, de alguna manera, se invita a pasar de la conciencia natural hasta el nivel de la ciencia.
Las Lecciones tocan el corazón del sistema hegeliano. De hecho, no sólo se lleva a cabo una recepción lúcida de la crítica que Kant hace a las pruebas, sino que se supera dicha crítica ejercitando el pensamiento especulativo y confrontándolo con el pensar del entendimiento, es decir, con el pensar finito.
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