La decadencia de la mentira (1898) no es sólo uno de los diálogos de mayor alcance teórico de Oscar Wilde, sino que representa su manifiesto antinaturalista y una contribución tan notable como polémica, aún hoy, al debate sobre el valor del arte. Para Wilde, cuando se exige al arte que renuncie a la belleza —la más elevada aspiración humana— en pos de la verdad, se sacrifica una de las capacidades más extraordinarias del ser humano: la de transformar la realidad. Crear significa urdir maravillosas mentiras para convertir el mundo en un lugar digno de nuestro asombro. Y cuando el Arte consigue liberarse de las cadenas del realismo, no sólo no imita a la Naturaleza ni a la Vida, sino que se convierte en el modelo de ambas.
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