En esa época de sensualidad y optimismo que fue el Renacimiento, las danzas macabras como expresión artística venían a constituir el instrumento de que se valían los artistas para ejercer su derecho a la crítica social. Al representar en sus obras (dibujos, relieves, pinturas, etc.) a la figura de la muerte como una sombra inseparable de los hombres en sus diversas actividades, su propósito era el de prevenirlos contra las vanidades terrenales, haciéndolos conscientes de lo que los esperaba al final de la existencia. Hans Holbein (1947-1543), artista alemán mundano y elegante, pintor de cámaraa del veleidoso enrique VIII de Inglaterra, tuvo periodos de crisis espirituales. En uno de ellos, entre 1523 y 1526, hizo una bella colección de 41 grabados, en los hombres, en otros tantos momentos de su vida. Editados en Lyon, Francia, en forma de libro, 1538, estos grabados de Holbein sorprendieron desde entonces por la maestría con que el artista sintetizada en ellos los rasgos sobresalientes de la sociedad en que vivía: los diversos tipos humanos, en sus actividades, con sus actitudes características, su vestimenta y objetos familiares, etc.
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