En la poesía de Samuel Noyola, necesidad y riesgo se cruzan exaltados, enloquecidos, con seguridad y con desdén. Por eso El cuchillo y la luna (la suma de su obra publicada) viajan del verso medido y la sonoridad de sus pasos contados a la rotundidad del haikú o a la cadencia de un verso largo que puede finalmente aclimatarse en prosa. La existencia de nuestro poeta parece estar dominada por un ir y un venir en una carrera fugaz, no así el resplandor de su escritura. No sabemos a ciencia cierta dónde se encuentra, pero sus poemas acompañan y alumbran una ciudad y un país cada vez más enredados por las tinieblas.
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