A sus recién cumplidos treinta años, José Saramago concluyó la escritura de esta novela y la entregó a un amigo con relaciones en el mundillo editorial. Durante decenios no sólo no recibió respuesta de la editorial, sino que tampoco pudo recuperar el original enviado. Cuarenta años después recibió noticias de que en una mudanza la editorial, ahora muy interesada en publicarlo, había hallado el manuscrito. El autor consideró que habían pasado demasiados años, pero dejó manos libres a sus herederos por si querían que viera la luz tras su fallecimiento. Pilar del Río, esposa y traductora del autor, la describe así: “Es un retrato luminoso sobre una época sombría”.
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