Mucho se ha dicho y escrito que los mexicanos somos el producto del choque de dos culturas, del encuentro de dos maneras distintas de ver el mundo, dos formas diferentes de entender las grandes preguntas del cómo y el por qué de nuestra existencia. Pero una de esas culturas, no la estudiamos, se hace a un lado, sabemos poco o casi nada de ella, incluso para algunas personas el anahuaca que llevamos dentro ha ido desapareciendo y el legado ha quedado irreconocible. Para otros, afortunadamente ese anahuaca pugna por salir y muestra sus destellos en cada uno de los aspectos de nuestra vida, en nuestras relaciones sociales, en nuestra alimentación, en nuestra manera de recibir una nueva vida y de despedir a nuestros muertos. Si la India tiene a Buda y China al Tao; nosotros, la civilización del Cem Anáhuac -tan antigua como ellas-, tenemos la Toltecáyotl, que es la mayor y más valiosa herencia que nos han legado nuestros Viejos Abuelos, fundadores de nuestra milenaria civilización.
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