En el mundo fariano, el envenenamiento de un perro desata la peor de la venganzas; un gobernador, mitad miserable mitad hijo de puta, es el blanco de un atentado; dos jóvenes ladrones, sacados de A sangre fría, huyen de un pueblo en una camioneta sin frenos; una chica argentina de culito perfecto coge al ritmo de la poesía del Indio Solari; un viaje familiar en auto nuevo termina en balacera; una cita a ciegas incluye un pacto suicida y no hay vuelta atrás; un policía de Buenos Aires se desvive por el Acapulco de los descabezados; una mujer tullida desembolsa su dinero para ser amada; un viejo cabrón bebe gasolina y un tipo padece problemas de erección; un borracho habla con el diablo y una cuarentona busca a través de la brujería acabar con sus fantasmas y el maldito insomnio.
Con estos relatos, Farías deja el bullpen —diario alienta pluma desde la librería en la que trabaja— para mostrarnos sus mejores lanzamientos y lograr con el lector un juego perfecto: el no saber en dónde
acabarán los entrañables personajes. La narrativa de Farías, para fortuna nuestra, no es pretensiosa. Su potencia está en la sencillez, como escriben
los mejores. Cuando se hable de la fantástica generación de los setentas, el nombre de Iván Farías será uno de los que se recuerden.
Alejandro Almazán
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